10 mandamientos del hombre familiar

Ver con los ojos Cuento Era un domingo de verano; domingo tras una semana laboriosa, verano como corona de un invierno duro. El campo estaba sobre fondo verde vestido de florecicas rojas, y el día convidando a tenderse en mangas de camisa a la sombra de alguna encina y besar al cielo cerrando los ojos. La gente iba a misa mayor, y al encontrarse los unos saludaban a los otros como se saludan las gentes honradas. Iban a dar a Dios gracias porque les dio en la pasada semana brazos y alegría para el trabajo, y a pedirle favor para la venidera. Dios se le ha llevado al cielo. Desde que había vuelto de la capital en que cursó sus estudios mayores, Juan vivía taciturno, huía todo comercio con los hombres y hasta con los animales, buscaba la soledad y evitaba el trato. Por el pueblo rodaban de boca en boca sus extraños dichos, o mejor dicharachos, amargos y sombríos, pensamientos teñidos no con el verde de los campos de su aldea, sino con el triste color de las callejuelas de la capital. Sólo hablaba del dolor y de la pena, eran sus relatos tristes y sus conversaciones amargas.

Mucho más que documentos.

La setentena de brevedades que conforman Locomotora de historias también admite la condición fragmentaria de la realidad: una forma de considerar la Historia del globo. Y tal vez en el experimento de ordenar así los cuentos haya el deseo nada humilde, confiesa qss de escribir una pequeña, personal e inejemplar otra Historia del Mundo. Todavía declara el autor su apego al arte de esa narradora por alteza que es Scherezada, fabuladora de bendito imaginación y acaso inauguradora, con el objeto de salvar el pellejo, del suspense.

La paternidad

La Giganta era tan grande que las mujeres se vieron obligadas a traer de sus casas varios taburetes, sillas y mesas. Colocaron las sillas adosado a las mesas y encima de éstas los taburetes. Servilletas y servilletas, todas las servilletas del pueblo, y las toallas también, se fueron mojando en tan amplia y augusta fachada. Cuanto barreño, cuanto cubo o cuanto cazo había en aquel caserío accidental se usó para ayudarle a La Giganta a bien parir. Ya lo veo, ya viene.


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